Juan del Mar es el personaje más carismático del escenario restaurantero en Cartagena. Estuvimos hablando de su pasión por la comida, de cómo ha evolucionado la figura del dueño del restaurante y de por qué no quiere ser rico sino sabroso.
“Cuando damos de comer, damos amor”
Creativo, polifacético, sensible, multicreativo…Así es Juan del Mar, un profesional de marketing y artista plástico, que le apostó hace 25 años a la culinaria como medio para impactar el alma de sus comensales. Es un convencido de que la gastronomía es arte, magia y pasión.
“Desde niño, me dedico a lo que hago hoy en día”
“La religión de su casa era la cocina”, de ahí su pasión por la comida. Su mamá era una gran cocinera y se preocupó porque su educación culinaria fuera muy estricta, en el buen sentido de la palabra.
“Jugábamos a adivinar los ingredientes que tenía el plato que estábamos comiendo; y hasta que no los descifrábamos, no nos podíamos parar de la mesa”, comenta Juan entre risas.
Desde que decidió dedicarse a los restaurantes,
“nunca se ha sentido trabajando”, quizás porque irradia esa alegría y amor que lo caracterizan, en cada uno de sus restaurantes: Juan del Mar pizzería gourmet y Juan del Mar restaurante.
“Me siento bendecido con mis negocios, porque no solo damos de comer, sino también damos amor”, asegura este cartagenero.
Juan ha tenido la oportunidad de conocer el pasado gastronómico de Cartagena y ver su evolución, hasta hoy. Antes, en la ciudad había restaurantes tradicionales, pero no precisamente se refiere a propuestas culinarias clásicas.
“Los dueños se sentaban detrás de la casa, no eran activos y no salían a las mesas a hablar con los clientes”. No existía esa calidez y cercanía que hay hoy en día.
Tras el auge de la gastronomía a nivel mundial y regional, se dignificó el trabajo en la cocina y en la mesa, y restauranteros como Juan, comenzaron a estar presentes en la cocina, en el bar y hasta para hacer pizza, siempre vibrando de alegría junto a sus clientes.
Aunque todos los días le proponen abrir un restaurante nuevo, Juan está convencido de que
“no quiere ser rico sino sabroso”. Su única ambición es la felicidad y crecer como persona. Aunque nos compartió un secreto: abrió un hotel en su casa en Islas del Rosario que se llama
Isla Matamba.